De nuevo, lugares emblemáticos y personajes andaluces os han inspirados. Enhorabuena a nuestras ganadoras, Ana Casado y María Tornero
En
la corte nazarí de Granada, en los tiempos del Sultán Muhammad
V, visitaba
la ciudad un médico que tenía el encargo de tratar los problemas de
asma del monarca.
Mahdi,
que así se llamaba el médico, se encontraba en la estancia que el
rey le había asignado en el palacio de Comares dentro del recinto de
la Alhambra, preparando el jarabe necesario, cuando se dio cuenta que
no tenía suficiente cantidad del componente principal, el romero.
Salió
hacia el Albaizín por la Puerta de las Armas, atravesó el río
Darro, y preguntó a una mujer donde podía comprarlo. Ella le
dirigió a la casa de Aaminah (que significa “Dama de paz y
armonía”) quien comerciaba con plantas medicinales. Cuando
llegó allí se encontró con una chica morena de grandes ojos y
sonrisa cálida. Mahdi se quedó prendado de ella. Le preguntó cómo
se llamaba: Maryam era su nombre.
De
vuelta al palacio preparó la medicina para el rey y le indicó el
tratamiento. Pero avanzó el día, y mientras caminaba por el Patio
de los Arrayanes no dejaba de pensar en aquella muchacha. A la mañana
siguiente volvió a la tienda pero ella no estaba. La dependienta, su
madre, le propuso que la visitara nuevamente por la tarde porque
posiblemente su hija estaría allí.
Y
así lo hizo. Se encontró nuevamente con la joven y conversaron. Al
día siguiente repitió la visita y también en los posteriores.
Pasearon juntos por las estrechas y empinadas calles del Albaicín,
junto a las tiendas de artesanos y casas de nobles. Recorrió la
muralla Zirí hasta la puerta de Monaita y bajó a la carrera del
Darro para visitar los baños árabes del Bañuelo.
En
uno de esos días Maryam guio a Mahdi hasta la vivienda de un
familiar en la zona alta del barrio, una casa abierta con jardines
interiores pero muros altos que la reservaban del exterior, desde
donde disfrutaron, con mayor intimidad, de espléndidas vistas de la
Alhambra y de buenos ratos de compañía.
El
tiempo pasaba casi sin darse cuenta hasta que un día el sultán lo
mando llamar. Acababa de completar la construcción del Palacio de
Los Leones pero estaba muy preocupado porque su hijo Yuzuf había
caído herido en la conquista de Algeciras a los cristianos. Estaba
grave y posiblemente no aguantara el viaje, así que le pidió
acudiera a socorrerle. El médico obedeció pero pidió poder
despedirse de la muchacha.
Y
así lo hizo. Fue una despedida corta, pero él le prometió volver.
Desgraciadamente no fue así. Fue preso por los castellanos del rey
Enrique II quién lo incorporó como médico en su corte. Mahdi nunca
olvidó a su bella Maryam.
MARÍA TORNERO URBANO
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Atardecer desde la caravela Santa María, Jorge Carabia |
11
de octubre de 1492
Hemos
pasado semanas, meses para ser más exactos, en una larga travesía
con el fin de llegar a La India. Puedo observar en los rostros de mis
compañeros, la desesperación. Me da la impresión de que están
desesperanzados porque después de tanto tiempo en el mar no hemos
conseguido nuestro objetivo y nos estamos quedando sin suministros.
No tenemos ni siquiera cebos para las cañas de pescar y las redes
están descosidas, por no hablar del problema con el agua.
Lo
peor de todo no es el hecho de que nos muramos de hambre y sed, sino
es la actitud de nuestro capitán Martín Alonso, Dios no quiera que
no lea mi diario de abordo. El capitán se pasa las horas en su
camarote “jugando” con un compás y un mapamundi de grotescas
dimensiones.
Veo
que alguien tiene que actuar, que alguien tiene que tratar de buscar
una solución y que si nadie cae en la cuenta de ello, voy a tener
que ser yo. La verdad es que es lo menos que puedo hacer por estos
pobres marineros sin rumbo, porque durante un tiempo he sentido que
son mi salvación. Me han dado la posibilidad de tener un futuro
brillante y una vida nueva. Eso es lo que pienso de ellos porque mi
vida no ha sido del todo “fácil” antes de conocerlos.
Yo
vivía con mi padre, un morisco, al que quería con locura. Sin
embargo, su cultura era su cultura y a veces no podía evitar
rendirle culto a Alá, cosa que siempre le dije que no hiciera pero
no me escuchó. Así que cuando yo no tenía más que 11 años, fue
condenado por la Inquisición a morir en la hoguera. Tras mi
desgracia…mi vida sí que ha sido una desgracia. Viví con otra
familia que me usaba de criado y, cuando alcancé una edad, me escapé
y me entregué al mundo.
Cuando
intenté alistarme para este viaje, di por imposible la
posibilidad de que me aceptaran cuando me dijeron que era un joven
fuerte, entusiasta y con unas cualidades para afrontar las
adversidades, y que por tanto era perfecto para formar parte de la
tripulación. Entusiasmado emprendí el viaje, intimé con mis
compañeros y...bueno, ¡Aquí me encuentro!
Así
pues esta larga travesía me da una familia, me hace volver a amar a
la vida y despierta algo en mí que nunca estuvo ahí. Voy a hablar
con toda la tripulación, voy a darles esperanzas, y aunque nuestras
vidas estén en manos del destino, voy a devolverles el favor que
ellos me hicieron a mí.
A
medianoche, cuando nos vamos a acostar, les digo que me escuchen, que
me presten algo de tiempo de sus vidas y no sé ni cómo pero acceden
a oírme. No tengo nada preparado así que pronuncio unas pobres
palabras, que no componen un discurso inspirador, pero pienso que es
justo lo que las hace fuertes. Las simples palabras de un compañero
tan perdido como los demás. Termino de hablar y me parece que todos
están de acuerdo con la idea principal que quería transmitir, la
paciencia.
Tras
este emotivo momento me asomo a la ventana de nuestro camarote porque
escucho llover, y en la oscuridad puedo ver a unos pocos metros el
continente. A pesar de la hora que es no puedo evitar gritar a pleno
pulmón: “¡Tierra a la vista!”
ANA CASADO SÁNCHEZ
Yo, yo y solamente yo estuve aquel día en esa fosa de Alcafar. Nunca nadie me
creyó pensaba que estaba loco , que me lo había inventado , que tenía problemas
mentales y que todo era fruto de mi
imaginación. Pero yo sé que no, yo sé lo que vi, que realmente sucedió y que
no me lo había inventado.
Estoy
en el final de mis días y por ello escribo aquí la historia que me ha quitado
el sueño toda mi vida , con la esperanza de que alguien la lea y me crea.
Tenía
23 años cuando estaba perdido en mitad de la nada , exhausto de tanto caminar y
de repente me pareció ver copas de árboles , podrían ser producto de mi
imaginación debido al cansancio, pero podrían no serlo . Me acerqué
cautelosamente a la fosa ya que parecía tener dueño , las hojas estaban
perfectamente verdes y los árboles desnudos recientemente recolectados . Andaba
cuidadosamente cuando un ruido ensordecedor hizo que me sobresaltara , un
disparo . Me escondí tras el arbusto y observé la situación. Habían hombres
armados y encañonando a un hombre que yacía en el suelo . Era un fusilamiento.
Junto a él, otros dos permanecían de pie. Pude reconocer a Federico .
Llegados a este punto el terror me impedía moverme por lo que seguí mirando.
Cuando llegó su turno cargaron las escopetas , le ofrecieron una venda a
Federico, para no ver su muerte. Según el protocolo dos de los hombres debían
vigilar los alrededores en busca de héroes que intentaran salvarle.
Aprovechando la situación, Federico forcejeó con el hombre pero el arma se
disparó . Acto seguido salió huyendo antes de que los otros hombre regresaran.
Cuando sus compañeros regresaron se encontraron al hombre muerto en el suelo y
sin ninguna pista del paradero de Federico. Cayeron presos del pánico, este
error podría costarles muchos, tanto como para ocupar la posición de Federico. Pusieron el cadáver en la fosa y le hicieron pasar por Federico.
Unos
meses más tarde llegaron historias a mis oídos sobre la muerte de Federico,
todas falsas. Fui corriendo a la guardia civil pero como cabía de esperar no
me creyeron, ni ellos, ni nadie a quien le he contado esta historia. Por
ello escribo este relato, esperando que alguien se apiade del alma de un pobre
anciano y cumpla su deseo de hacer salir a la luz la verdad.
MARÍA REY DOMENECH
Nací
en una hermosa ciudad llamada Sevilla, a orillas del río
Guadalquivir. Me parece que en 1989, pero ya no lo logro recordar
bien las fechas; algo muy normal entre los puentes, y eso que yo soy
de los más jóvenes.
El
Guadalquivir es un río muy importante, con el que convivo a diario.
Veo pasar barcos y piraguas por él cada día.
Siempre
he estado rodeado de muchos monumentos históricos, a los que vienen
a visitar muchos turistas. Allí a lo lejos está la Giralda, junto a
la catedral; la Macarena allá a lo lejos; siguiendo el río se
encuentra la Torre del Oro y otros muchos. Pero a los que más afecto
les tengo son a mis amigos los puentes, como el de Triana o el del
Alamillo, que es de mi generación.
Una
cosa de la que sí me acuerdo es de cómo me crearon. Unieron todas
mis piezas de acero en la orilla del Guadalquivir y me montaron en
una gran barca para luego girarme hasta colocarme donde estoy hoy en
día. Sé que fue un duro trabajo para mis creadores los ingenieros
Juan José Arenas de Pablo y Marcos Jesús Pantaleón Prieto, pero he
aquí el magnífico resultado, aunque esté mal que yo lo diga: Un
bonito puente colgante con un gran arco de acero atirantado por el
tablero de 214 metros de largo.
Fui
fabricado especialmente para que las personas pudiesen acceder más
fácilmente al recinto de la Expo 92: ese lugar al que durante seis
meses acudieron miles de personas, con motivo del V Centenario del
descubrimiento de América que se celebraba en España. Pero además,
también soy conocido por enlazar el casco Histórico de Sevilla con
el Parque Tecnológico.
Además
puedo presumir de que fui premiado por la Convención Europea para
la Construcción Metálica, convirtiéndome en uno de los
símbolos de la identidad de Sevilla.
Durante
todos estos años he visto pasar por encima de mi cientos de miles de
personas de todas las nacionalidades, aunque las más abundantes y
pesadas son esas grandes cajas de acero que se mueven a gran
velocidad y las puedes encontrar de diversos tamaños, llamadas por
las personas coches y camiones.
A
lo largo de esta vida he aprendido que todo en este mundo, sea grande
o pequeño, tiene siempre su utilidad. Y yo aquí, inmóvil,
observando el río Guadalquivir, espero seguir haciendo mi trabajo
durante muchos años más.
CLAUDIA ACOSTA HERNÁNDEZ
Pablo
Picasso, desde su casa de Francia, seguía con gran inquietud todos
los acontecimientos que se estaban produciendo en España y que
desembocaron en la Guerra Civil española.
A
partir de este momento, empezó a sentirse preocupado por el futuro
de la familia que tenía en España.
En
sus sueños siempre se repetían las mismas escenas. En ellas no
aparecían colores, todo era en blanco y negro. Esto le producía
mucho dolor y tristeza debido a que los rostros de las personas le
recordaban a sus familiares y amigos.
En
su pesadilla, una madre grita desconsoladamente mientras sostiene a
su hijo muerto entre sus brazos. Después, aparece un hombre
descuartizado y una mujer envuelta en llamas cayéndose de un
edificio ardiendo. Los supervivientes,aterrorizados, dirigen su
mirada al cielo pidiendo a Dios que les ayude.
Una
noche que se sentía especialmente nervioso, se despertó
sobresaltado y no pudo volver a conciliar el sueño. Decidió
levantarse, coger su paleta y sus pinturas y plasmar en un lienzo
todo lo que le estaba atormentando desde hacía mucho tiempo.
Durante
dos largos meses estuvo levantándose todas las noches para pintar
hasta que, por fin, consiguió expresar el dolor y el sufrimiento que
puede producir una guerra.
LAURA ROMERO PIÑEIRO
Era
una noche fría de 1956, un poeta llamado Juan R.J. iba andando solo
por las tenebrosas calles, dirigiéndose a la Academia Sueca para
recibir el premio Nobel de Literatura, que le iban a otorgar.
Al
volver a su casa y dejar el premio;le e seguía un coche negro,
dentro había unos hombres con traje negro y la cara tapada se
pararon enfrente de su casa, una vez que el ya llegó.
En
mitad de la noche entraron en su casa e intentaron llevarse el
premio. Fueron muy descuidados e hicieron mucho ruido, así
despertándolo y asustándolo.
Ellos
le dijeron que no pasaba nada solo habían ido a por el nobel, él no
quería, así que lo cogió e intentó escapar pero estaba rodeado.
No querían hacerle ningún mal, por ello mismo le explicaron que no
le habían dado un Nobel sino una bomba, que se activaba con un
fuerte golpe. Él se asustó mucho y consintió en dárselo, pero con
dos condiciones, que le dijeran de que iba todo y que lo llevaran con
ellos; a regañadientes aceptaron.
Fueron
a su coche, le taparon los ojos y después de un par de horas
llegaron a su destino. Entraron en una casa un poco vieja dentro le
destaparon los ojos, se sentaron en unas sillas de madera y le
empezaron a explicar que no debía saber cual es el camino para
llegar a esa casa.
También
le dijeron que el Nobel tuvo un problema de construcción, las
medallas fueron creadas con un material altamente peligroso, y que
ellos habían sido encargados de recuperarla y descomponerlas. Al
escuchar esto, se asustó tanto que se desmayó.
Cuando
se despertó se encontraba en su cama con una nota que decía: “Nada
de esto ha pasado”. Él, sorprendido miró por la ventana y vio un
coche negro saliendo de su casa.
Fue
una noche larga, estaba inquieto, quería ayudarlo, cogió su coche
rápidamente e intentó seguirlos...
JOHAN ALVARADO REYES
Lo recuerdo como si fuera ayer,
aquel fatídico día, el 11 de agosto de 1936, unos días más tarde del
levantamiento de las tropas franquistas. Nunca lo olvidaré. Estábamos en
nuestra casa de Coria del Río. Era por la tarde las 19:00 o las 20:00, sin
embargo por el calor parecía el mediodía de un día de mediados de verano.
Él estaba preparando el himno, bandera y escudo de la nueva comunidad
autónoma, al fin el deseo de muchos andaluces iba a hacerse realidad. Yo como
de costumbre trabajaba tranquila y contenta, estaba cocinando la cena, pero con lo que había
pasado un mes antes lo peor se veía venir.
De repente, escuché que llamaban a la puerta, en ese momento se pasaron
muchas cosas por mi cabeza y cada uno de los pelos de mi cuerpo se pusieron de
punta. Al no esperar visita y ser de noche, no fui a abrir la puerta
rápidamente. Empezaron a golpear la puerta, yo asustada corrí a avisarle, pero
tiraron la puerta abajo. Era demasiado tarde, no llegué a avisarle me golpearon
y… me desplomé.
Me desperté con un fuerte dolor en la cabeza en una cama, lo único que
recordaba era como se lo llevaron con los ojos vendados, las tropas
falangistas.
Tenía mucho miedo y al leer el periódico lo vi… tres personas habían sido
fusiladas…
DANIEL SUERO ABREU