miércoles, 23 de octubre de 2013

Solo en el mar

Tras la lectura en clase de un fragmento de Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, os propuse continuar la historia. Aquí podéis leer algunos de los interesantes finales que habéis escrito.
No podía pegar ojo, pues el frío era insoportable así que me dediqué a mirar las constelaciones. A las nueve de la noche vi una estrella que salía del horizonte, era una estrella muy rara, pues se movía y tenía luces verdes y rojas. Cada hora salía una estrella del mismo horizonte. A las once, miré fijamente hacia el lugar de donde partían las estrellas, pude ver difícilmente unas pequeñas luces blancas. Y también pude ver, de nuevo, las estrellas de colores. El corazón se me puso a latir fuertemente, pues tenía la esperanza de que aquello fuera la ciudad de Cartagena. Me di cuenta de que me acercaba lentamente, pero sin pausa, hacia esa ciudad de ensueño, la marea me llevaba hacia ella. No dormí en toda la noche por si la marea decidía cambiar el rumbo.

La noche estaba desapareciendo y el sol empezó a resplandecer sobre el cielo azul. Empecé a impacientarme, pues, al ser de día, podía ver con más claridad las formas de las casas de Cartagena. Mi corazón se llenó de alegría al ver que mi orientación era correcta. Ya no me importaba lo fría que estaba el agua, sino llegar a mi destino, así que decidí sacar las manos de la balsa y ponerme a remar.
Ya eran las doce de la mañana y mis brazos se estaban cansando, pero no perdí mis esperanzas y seguí remando, estaba planeando ya toda una vida al llegar a tierra. Había transcurrido  una hora remando, estaba  cada vez más cerca de la costa, podía ver a las personas jugando con la arena y bañándose en el mar. Vi poca distancia de donde me encontraba hasta donde estaban ellos, así que me lancé al agua y me olvidé de la balsa, empecé a nadar, nadar y, luchando con las olas, llegué a tierra. Lo primero que hice fue pisar la suave y cálida arena, me tire a ella sin dudarlo un segundo. Sin duda, no estaba en un sueño, había llegado a Cartagena, la ciudad que tanto deseaba.

MARÍA TORNERO URBANO
Tras unas largas y eternas horas de frío y miedo, conseguí conciliar un poco de sueño, lo que me bastó para entrar en una pesadilla en la que recordaba aquella ola gigante que arrastró el barco contra una isla rocosa e hizo el barco trizas.
Tras soñar como me burlaba de la muerte, una fuerte ola me despertó y, tal como me levanté, empecé a examinar el paisaje en busca de vida. Tenía hambre y estaba confuso, pronto perdería las pocas fuerzas que me quedaban y caería muerto, deshidratado por el sol.
Empecé a mirar hacia el horizonte y luego al cielo, pero nada. Ya pensé que estaba perdido, que moriría, pero, cuando me tumbe, observé unas pequeñas luces verdes que pasaban y que cada vez estaba más cerca."¡ Un avión!", dije con mis pocas fuerzas; rápidamente observé la trayectoria hacia donde iba y, tras perderlo de vista, continué por la misma ruta que había seguido el avión remando con las manos.
Tras una larga jornada remando, paré de remar debido al cansancio y, a lo lejos, divisé tierra...

JAVIER SÁNCHEZ MEJÍAS

Por fin después, de tantas horas mirando al cielo las vi, eran las luces más bonitas y deslumbrantes que había visto en mi vida, pero no tenía tiempo para fantasear pues el avión podría pasar sin verme. Al principio no sabía que hacer, estaba confuso, qué podía hacer yo para que un avión que volaba a tantos km del cielo me viera a mi en medio de toda la espesura. Estaba desolado, no sabía que hacer. En un principio probé a hacer elevados ruidos con la boca, pero sin resultado . Tras uno segundos pensando, se me ocurrió que podía quitarme la camiseta; empecé a agitarla y a gritar al mismo tiempo, pero nada. Estaba a punto de llorar, puede que mi única oportunidad estuviera pasando ante mis ojos. Miré de reojo el reloj, las ocho y diez, y de repente caí. "Ese reloj podría ser mi salvación", pensé. Ese reloj me lo regaló una tía abuela mía, de estas que ves dos o tres veces en toda tu vida, y la última vez que la vi tendría unos siete años. Me encantaba una serie de espías y ella me regaló este reloj con un supuesto sistema de ultrasonidos que se captaba a hasta unos 4000 km de altura, yo nunca me lo creí, pero por probar no pasaba nada. Y allí me quedé viendo pasar el avión, viendo esfumarse tal vez mi única oportunidad de sobrevivir, como cenizas al viento. A las dos horas me recogió mi tía abuela en un helicóptero de la C.I.A. ¡Resulta que mi tía abuela es una super agente de la C.I.A!
MARÍA REY DOMENECH

Me estaba durmiendo, cuando casi vuelco y me caigo al mar por culpa de una ola. Mire al cielo y me di cuenta de que un avión estaba muy cerca e intente avisarlo, pero nada no me veía.

Una ola chocó con la balsa y me tiró, y me di un golpe con una caja donde había un cuchillo y una pistola de bengalas y me alegre mucho. De repente, vi tierra y fui con los remos hasta esa isla. 
Cuando llegué todo era perfecto había muchos árboles y frutas. Bebí agua y me bañe, luego comí, por la noche me fui a dormir, pero me di cuenta que los suricatos huían a los árboles y el agua del lago y unas plantas de los árboles brillaban. Entonces me di cuenta de que era una isla carnívora, ya que todo mi alrededor se estaba muriendo, y tuve mucho miedo. 

JOHAN ALVARADO REYES


Como no podía dormirme, ya que temía que algún animal marino me atacara, me puse a contemplar las estrellas. Entre las brillantes estrellas aparecieron otros destellos que se movían. Era un avión.

Aunque mi mente me decía que era imposible llamar su atención, mi corazón me decía lo contrario. Di los gritos más potentes que pude afónico pero no funcionó.

Me quedé dormido y cuando desperté estaba en una isla desierta. Cuando llegué besé el suelo y me puse a construir una estructura enorme con ramas de árboles entrelazadas con hojas de palmera y por la noche, cuando viese un avión, la haría arder. Pero para eso todavía quedaba así que me puse manos a la obra y dejé de hacerme ilusiones.

Cuando la termine, esperé y esperé... Hasta que pasó un helicóptero y al no estar atento se me olvidó incendiar mi construcción y me quedé allí. Esperé una semana pero no pasó ninguno y del mismo modo transcurrió un año, durante el cual si se cruzó alguno no me di cuenta pues estuve ocupado. Me he hecho amigo de un coco con una carita, que le pinté con sangre, que me da conversación y también me he hecho amigo de un primate, al que un día le curé una herida, que me trae fruta de la isla.

Mi estructura sigue allí pero esta nueva vida me gusta y si algún avión pasara, no sé si lo intentaría. Aquí lo tengo todo: un chalet con vistas al mar y una isla para mí sólo. Mucho mejor que mi trabajo de camarero a tiempo parcial con mi exigente y egocéntrico jefe.

ANA CASADO SÁNCHEZ 2º C

Estuve como otra hora más, esperando aviones o cualquier oportunidad para salir de allí, la balsa se hundía más y más, menos mal que no hice caso al instructor, o estaría muerto. Sentía que no iba a aguantar mucho más. Estaba exhausto, hambriento y sediento. Entonces las vi, luces rojas y verdes intermitentes, era mi salvación. Impulsado por mis instintos intenté quemar la balsa, ya que pensé que si quemase la ropa, como dijo el instructor, y no me viesen, moriría de hipotermia.
Al quemarla no salió como yo pensaba, empecé a hundirme a gran velocidad, en aquellos momentos el agua estaba helada y notaba como el dolor iba entrando lentamente en mi cuerpo. Vi como bajaba el avión de rescate a por mí, pero yo ya corría peligro de muerte, la balsa era una sola pieza de plástico quemándose sobre el mar.

Tuve que nadar algo más que diez metros, pero por culpa del frío perdí la movilidad de una pierna, y todavía no la he recuperado. Hasta llegar al avión fue el minuto más largo de mi vida.

De camino a mi ciudad, seguí viendo aquella llama que desaparecía poco a poco y que había sido mi refugio durante más de nueve horas, las más terroríficas de mi vida.

YAGO LABELLA RIVAS 2º C

 Estaba medio dormido pero las luces de un avión que iba a despegar me despertaron. Hacia un frío aterrador y no podía contenerme en tiritar. Ya que los remos se habían caído, me sumergí en la fría agua, era de noche y ahora estaba caliente. Me fui acercando y me di cuenta de que era un faro. Empecé a mover mis piernas para llegar al faro, tenía un poco de miedo, pues en cualquier momento me podía quedar sin ella… Después de un largo rato no sentía mis piernas, estaba muy cansado. Antes de llegar al faro había unas rocas que impedían avanzar, tras escalarlas una roca me hice un corte y empecé a sangrar. Ya que dicen que el agua del mar sana las heridas, me metí como si nada y empecé a nadar esa pequeña distancia que me quedaba para llegar a tierra. Esa agua no era como la de antes, pensaba era fría y enseguida comencé a tener frío de nuevo. Ya tocaba pie. Estaba tan contento que toqué algo sin querer pero no le eché cuenta. Ya llegaba, iba a salir y… ¡ZAAAS!
ISABEL BAUTISTA 2º C 

2 comentarios:

  1. Me encanta la acticvidad y algunos finales son fantásticos. ¡Felicidades a la profesora y a los alumnos!

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  2. Son unos artistas. Esperamos que algún otro que falta se anime publicar el texto.
    La actividad es una propuesta del libro de 2 º de Edelvives

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